Estoy releyendo y disfrutando "De via Crucis por Carmona", esa pequeña joya que surgió de las ganas de hacer cosas hermosas de José María Carmona Domínguez, ilustrada por José Castellanos Ubao. Tuve la inmensa suerte de colaborar en ella con esta semblanza de la Noria. La suerte y la osadía, en una edición que abre un poema antológico de Rafa Benitez Toledano, con prólogos de Antonio Lería y del ilustrador, y las letras de José Luis Rodríguez Ojeda, José M. Carmona, Manolo Martínez, Antonio Gavira, José Luís Blanco Garza, Francisco Eslava, Lucas Bolado, Jorge Barrero y Enrique Becerra. Un paseo artístico y literario, nueve estaciones por tabernas, bodegas y bares de mi querida Carmona.
EN MI MEMORIA
En mi memoria,
maleable como una herramienta forjada para dar forma a las cosas que no existen,
el olor del corcho aún consigue evocar la textura del aserrín, y aquel aroma a
serrería y a cáscaras de cacahuete que, al ser desterrado del suelo de las
tabernas por el legislador, descubrió pisos deslavazados y taraceas de cemento untado
a lechadas.
Los recuerdos
de las tabernas de mi juventud bien pasarían por unas letras escritas sobre un
dintel, o por el rechinar de jarcia seca del descorche de las últimas botellas,
aquellas que abrían la puerta a la engañosa clarividencia del primer trago de
más, o por las volutas de incienso pagano de las colillas mal apagadas que
enrojecían los ojos y afilaban la lengua. Y por muchos otros. De entre todos
ellos -seguro- me quedo con algunos rostros que aún envejecen el gesto canalla
a mi lado, y con otros a los que ya no sabría o no quiero poner nombre, pero
que compartieron trago, yantar, y risas y palabras y silencios.
Los recuerdos te asaltan; la memoria se evoca.
Por eso, ya te digo, si tengo que elegir me quedo con la memoria, dúctil y bien
adiestrada. Y así, cuando caigan los últimos bastiones tabernarios, y sólo nos
queden esos parques temáticos
envejecidos a soplete en los que ya no cruje el pavía de bacalao, y los trazos
de tiza en la madera solo sean un recuerdo ante las cartas en letras dauphin sobre fondo de verde carruaje, seguiré
embarcado en la Taberna Errante
que soñó el viejo genio de Albión, y dibujaré con el dedo sobre una mancha de
vino derramado, emulando sin suerte el trazo maestro de Pepe Castellanos, esa versión impetuosa y montañesa
de Toulouse-Lautrec que aún llenará de magia servilletas, manteles y albaranes.
Y allí, junto al mismísimo archivero del Lucero de Europa, espiaré a
hurtadillas las letras del poeta Rafael Benítez, guardián sempiterno de este
barco borracho que, como una suerte de Bartleby tabernario en variante caótica
y genial, garabateará sus versos bajo un techo de estalactitas serranas.
En mi memoria,
las tabernas de Carmona tienen la impronta del boticario que me enseñó el
secreto de las friegas al alma con rioja Contino.
Se bienvenido; escánciate.
Y Mira.
Este texto y sus imagenes están en internet y son de libre uso
no comercial.
Por favor, si lo reproduces cita a sus autores.
Pepe Yáñez 2015
http://enelbarcoborracho.blogspot.com
Acabo de tomarme mi tiempo en leerlo. Qué riqueza de descripciones y qué verbo más florido. Verdaderamente de preciosa lectura y aplicable a cualquier taberna de nuestra zona. Las taraceas de cemento untado a lechadas, la engañosa clarividencia de ese primer trago de más, las pavías de bacalao que ya no crujirán más, esos trazos de tiza sobre madera y el dibujo sobre la mancha de vino derramado, ese techo de estalactitas serranas...
ResponderEliminarTremendamente evocador. Gracias por compartir.
Muchas gracias Arancha ¡por partida doble!
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