Os dejo por aquí un trozo de "Shere Khan". Algún día me decidiré a terminarla. Y si no, bueno, pues no pasa nada.
Veintidós años atrás, Wild World, de Cat Stevens, acababa de relegar al olvido a Nino Bravo y a Libre, mi primer disco de vinilo. El Caño aún era un vertedero, pero hacía tiempo que nos aburría buscar tesoros y disparar a las ratas desde el balcón, que perdió su misterio de cofia de barco pirata cuando supimos ver que el mosaico multicolor de botes vacíos que arrojaba el mar a sus pies era el mismo que adornaba, calculadamente ordenado, los estantes del colmado al que acudíamos a hacer los recados. Entonces el mundo comenzaba a oler a gomillas de colores para el pelo, y el secreto triunfo de jugar a policías y ladrones en la plaza de la iglesia ya no era ganar la partida, sino capturar a la carrera una cintura que daba calambre a las manos. Una de aquellas tardes, descubrí allí la mirada que hay tras los ojos de las niñas cuando ya no quieren serlo, y que detrás de un ladeo de cabeza se puede encontrar algo más que el balanceo de unos cabellos. Al poco tiempo, a lomos del caballo sin nombre de América, dejé abandonados a Julian y a Dick y a Ana y a Jorge y a Tim, sobre una mecedora del patio fresco donde sesteaban mis hermanos soñando con camaleones, y me fugué de mi infancia a buscar heridas de gato callejero.
Imagen:
"El viaje hasta ayer"
Políptico. Óleo sobre lienzo
2005
"El viaje hasta ayer"
Políptico. Óleo sobre lienzo
2005