Mario Maya y Pepe Yáñez. Galería La Caja China 2008 |
Hoy hace ocho años que nos dejó Mario Maya. Siempre quedará en mi
memoria la madrugada de aquel 27 de septiembre, en la que caminé bajo la
lluvia hacia su casa para encontrarme con lo inevitable. Pero por
encima de aquella noche triste, prevalecen tantos momentos compartidos,
proyectos, confidencias de patios de butacas, viajes a todas y a ninguna
parte, sobremesas y tragos charlados, que solo puedo tener presente a
Mario con agradecimiento, por honrarme con su amistad. Y con
admiración, por el inmenso legado que dejó al Flamenco, al que llegué
de su mano y en el que siempre seré un fascinado intruso. Al Arte, con
mayúsculas.
También es día para recordar sin nostalgia algunos sueños truncados en los que creímos y en los que trabajamos duramente. Sin ira algunas traiciones de gente a la que ya nadie recuerda, y con agradecimiento a quienes estuvieron cerca en momentos difíciles. Yo soy uno de aquellos que mucho deben a Mario. Quienes tuvimos la suerte de compartir algo más que palabras huecas y ojana con un hombre único, un genio de temperamento, inflexible con los atajos al talento y con los apaños de los pasillos institucionales. Un sabio en lo suyo y un curioso impenitente, ávido por aprender sin pudor de todo aquello que tuviera el poder de hacer tañer el yunque de su incombustible fragua creativa.
Un gitano culto y elegante, orgulloso de serlo, que exprimió sus días de manera envidiable, que nos regaló su extraordinario sentido del humor, su sabia y a veces implacable ironía, su amistad y su maestría para extraerle todo el jugo a la vida.
Tu estela sigue brillando. Sobre el olvido, sobre el silencio.
Gracias, Mario.
También es día para recordar sin nostalgia algunos sueños truncados en los que creímos y en los que trabajamos duramente. Sin ira algunas traiciones de gente a la que ya nadie recuerda, y con agradecimiento a quienes estuvieron cerca en momentos difíciles. Yo soy uno de aquellos que mucho deben a Mario. Quienes tuvimos la suerte de compartir algo más que palabras huecas y ojana con un hombre único, un genio de temperamento, inflexible con los atajos al talento y con los apaños de los pasillos institucionales. Un sabio en lo suyo y un curioso impenitente, ávido por aprender sin pudor de todo aquello que tuviera el poder de hacer tañer el yunque de su incombustible fragua creativa.
Un gitano culto y elegante, orgulloso de serlo, que exprimió sus días de manera envidiable, que nos regaló su extraordinario sentido del humor, su sabia y a veces implacable ironía, su amistad y su maestría para extraerle todo el jugo a la vida.
Tu estela sigue brillando. Sobre el olvido, sobre el silencio.
Gracias, Mario.
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Pepe Yáñez 2016
http://enelbarcoborracho.blogspot.com