Comparto algunos instantes de mi cuaderno de viajes de Nicaragua:
Mil nacatamales son muchos, pero no demasiados para las manos de la bisabuela Matilde. Cada vez que envuelve y amarra uno de ellos con chagüite, aprieta también el nudo de su compromiso con la vida, con su familia, con una manera de hacer las cosas bien –ahora es costumbre la masa molida cocinada – dice haciendo aletear sus manos desde el delantal bordado, blanco, impoluto - pero eso no le da el gusto, no es como antes.
Su hija Socorro, sesenta años, asiente – ¡para la Purísima hizo más de mil!
Socorro regenta un tramo en el mercado. Siete hijos, cinco varones y dos mujeres, se criaron gracias su voluntad y al aguacate, naranjas, papaya, limón ácido, papa…que a diario viajaban y siguen haciéndolo, desde su casa a San Juan, o hacia el mercado oriental. Una de ellas, Marlén, la mira mientras habla.
Marlén atiende la pulpería en cuyo patio conversamos. En la ventana del mostrador su hija Heyling, la cuarta de esta generación de mujeres voluntariosas y valientes, despacha al público.
-Madre - dice Marlén- sufrió mucho, porque tuvo un esposo alcohólico – prosigue. Pero con la ayuda de Dios, ahora tiene seis años de no tomar.
El sol va subiendo sobre la carretera que se eleva a pocos metros de la pequeña pulpería. De vez en cuando Heyling lleva tortillas recién hechas a algún vehículo que se detiene, mientras la conversación prosigue animada, a ratos racheada por el zumbido de los carros que pasan en dirección a la Concha, o en sentido inverso. O por la voz queda de los clientes que se acercan al mostrador, que miran curiosos al grupo sentado en tertulia. A la sombra, en el amplio patio cubierto, se está fresco.
Al grupo se une Marone, prima de Marlén, que retira su silla para abrirle paso.
-Con el tiempo –dice Marlén- quisiera poner un anexo de repostería, para servir café y algún delicioso extra. Planes, sueños, fe, voluntad.
Marone se anima con timidez – yo te ayudaría- dice cambiando de postura a su hijo en los brazos. Quieren aprender la cocina típica, criolla, la riquísima albóndiga de gallina de la matriarca de la familia, la bisabuela Matilde, que las mira meneando la cabeza con un gesto entre burlón y reprobatorio.
-¡Tal vez si en su día me hubieran tomado en cuenta!- exclama alzando las manos desde el delantal.
Y es que conseguir amarrar mil nacatamales requiere control y meditación, y haber descubierto el secreto de la calma, que es la antesala de la sabiduría.
Pepe Yáñez
Diriamba. Enero de 2016
Diriamba. Enero de 2016
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Pepe Yáñez. noviembre de 2013
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