Nos ha dejado Tom Sharpe. Se ha ido Wilt, ese observador
pasivo que tras el antifaz de la espuma de su cerveza acaba siendo víctima de
la estulticia que le rodea.
Las páginas que nos deja Sharpe son una catapulta segura hacia la
carcajada, la irreverencia incruenta y mordaz, el cinismo descarado y el enredo
inteligente. Prueban que el humor es el mejor molde para poner de relieve la
estupidez de muchos estereotipos sociales, y que para entrar a bisturí en la fragilidad y en el absurdo del comportamiento humano no hace falta ser Schopenhauer.
Vaya como pequeño homenaje el poético-gastronómico, que
acompañé al pincel, que Rafa Benítez le
tributó en Mejillones del Parnaso.
Gracias Tom, por tantos y tan buenos ratos.
Hip Hip Hooray!
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reproduces cita a su autor.
Pepe Yáñez. Junio de 2013
http://enelbarcoborracho.blogspot.com/
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