10.2.12

Aguarrás


                                El bebedor de aguarrás. Óleo sobre lienzo. 100 x 73 cm. Pepe Yáñez 2005



El alfabeto es la peor de las cadenas. Algo similar ocurre con los colores, con la pintura. Parece ingenuo crear a partir de algo universalmente admitido como perfecto. Un código cerrado, al que ya no es posible añadir nada.

Por fortuna, las combinaciones son infinitas. La libertad de la palabra se obtiene a través del yugo de las letras.

No puedes inventar letras.
Puedes crear palabras. Indefinidamente.
Más tarde, yacerán bajo el color y la forma y las texturas.
Palimpsestos.

Acerca de uno de sus catálogos, el poeta y pintor José María Báez, que sabe de brochas y de letras, reflexionaba:

Recibo información sobre unas Jornadas: “Las artes plásticas en el cambio de siglo”. Qué curioso su profesorado: 1 artista, 1 galerista, 1 director de museo y 4 críticos. En ninguna otra disciplina artística tienen tanto protagonismo los intermediarios.

Es el tablero.
Recuerdo:Totus Ludum est.
Y juego.

Un código personal:
El lenguaje propio no debería ser el fin último. Tal vez, la recompensa.
El objetivo es el impulso, el instante, el momento creativo, la autentica proto-obra.
La tela nunca más volverá a ser blanca. El fin último: repetirlo cada día.
El sitio del artista está en su estudio. Su razón de ser, lejos de sus paredes 

He nacido en una ciudad barroca (churrigueresca, ¡que eterna broma la pátina del tiempo sobre las palabras!). Su  influjo es inevitable. En ocasiones, la mejor manera de vadear  esa tentación es sucumbir a ella.
Pasada la tormenta, lo mejor es añadir mucho aguarrás a las próximas telas.
Y dejar que resbale.

Escribiré una mentira:

La originalidad es por sí misma sinónimo de lo auténtico.

Y dos palíndromos:

SOMOS O NO SOMOS
RECELO DA ADOLECER



Pepe Yáñez, febrero 2012
http://enelbarcoborracho.blogspot.com/

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