(Viene de Nebed. Capítulo 1/2)
(...) A lo largo de veinte años he traducido toda clase de libros. La prosperidad de la nueva agencia reestructuró los departamentos inicialmente organizados por temáticas y los englobó en una suerte de absurdas secciones, unificando los textos por idiomas. ¿Se imagina? ¡Interpretar a Proust con un catálogo de automóviles aguardando un receso! Aún conservo en algún cajón el acta del jurado que me otorgó el Nabokov. Uno de los argumentos por los que se decidió premiar mi trabajo fue “la acertada recreación del lenguaje de la obra, tanto en lo referido al registro coloquial y popular cuanto a las dificultosas singularidades fonéticas”, según reza literalmente el protocolo. ¿Cree usted posible aplicar ese criterio a la trascripción de un informe financiero belga?
(...) A lo largo de veinte años he traducido toda clase de libros. La prosperidad de la nueva agencia reestructuró los departamentos inicialmente organizados por temáticas y los englobó en una suerte de absurdas secciones, unificando los textos por idiomas. ¿Se imagina? ¡Interpretar a Proust con un catálogo de automóviles aguardando un receso! Aún conservo en algún cajón el acta del jurado que me otorgó el Nabokov. Uno de los argumentos por los que se decidió premiar mi trabajo fue “la acertada recreación del lenguaje de la obra, tanto en lo referido al registro coloquial y popular cuanto a las dificultosas singularidades fonéticas”, según reza literalmente el protocolo. ¿Cree usted posible aplicar ese criterio a la trascripción de un informe financiero belga?
El Cubo se
cuidó mucho de no hacer trascender fuera de su ámbito el tipo de trabajos que
encomendaba a sus traductores literarios, pero el resultado fue que terminamos
por ver en Chesterton la parquedad de un documento de registro civil. Recuerdo
el desconsuelo de una de mis más brillantes compañeras cuando me confesó que no
había encontrado la menor diferencia de estilo entre la traducción de Las uvas de la ira para una
editorial chilena, y un tratado de botánica americana con el que simultaneó el
trabajo. Yo mismo, premio Nabokov,
traspapelé en cierta ocasión una hoja de un registro mercantil alemán en una
carta supuestamente inédita de Kafka. La integré sin notarlo en el texto con
toda naturalidad. Incluso no descarto que así fuera publicada. ¿Es eso
traducción?
Dijo Steiner que sin traducción habitaríamos
provincias lindantes con el silencio. Sea. Por lo que a mí concierne bienvenido
sea el silencio. Creía Borges que la traducción podía superar al original; no
compartía, al contrario que Nabokov, el criterio de fidelidad entre el texto y
su interpretación y, a lo largo de su vida, modificó sutilmente obras de Poe,
de Hesse, de Kipling, de Guide, de
Melville, de Faulkner y de tantos otros. Sus traducciones alumbraron mis
primeros pasos en el oficio, siendo yo tan solo un muchacho. Ahora todo eso me
suena a hueco. Ya me he deshecho de sus libros, de todos los libros. Mis
primeros trabajos no son para mí más que guijarros pulidos por las olas, ecos
de caracolas vacías. Agua de enjuagar, como dijo Rimbaud de su obra el día que
renunció para siempre a la escritura. Y ahora desterraré de esta silenciosa
provincia la memoria de todos los que, a lo largo de la historia, mancharon el
blanco de las cuartillas con sus odiosas letras. Sólo salvaré al poeta
apóstata. Colgaré su retrato en un lugar de honor de mi casa y bajo él quemaré
el Barco Borracho, su temprana obra
maestra, en homenaje a su audacia. Tal vez siga sus pasos hasta la antigua
Abisinia y, como él, me convierta en aventurero, en traficante de armas. Aunque
acaso me falte valor para esto último. O me sobren años. (...) Continuará.
Primer
capítulo de "Nebed", novela. Pepe Yáñez.
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reproduces cita a su autor.
Julio
de 2012
http://enelbarcoborracho.blogspot.com/