Algunas
luces rojas centelleaban entre la niebla y, al acercarse a mí dos de
ellas, distinguí el lomo impreso de un autobús turístico que maniobraba
hacia atrás en silencio, como una bestia sinuosa. Me quedé mirando pasar
ante mí los rostros de sus ocupantes, una sucesión de rasgos orientales
velados en un húmedo esfumato tras los cristales empañados. Entorné los
ojos y los vi desfilar como los fotogramas de un kinetoscopio,
impersonales y abúlicos, ante un telón de ciudad difusa, impenetrable.
Hasta que llegó ella. El autobús se alejó, arrancando lentamente jirones
de nubes bajas. Y jamás he vuelto a verla.
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Pepe Yáñez. Noviembre de 2012
http://enelbarcoborracho.blogspot.com/
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