5.11.12

Usted no sabe con quien está hablando.

                                               El tabanco (detalle). Acrílico sobre papel.Pepe Yáñez 2005

MICRORRELATO


El soplo me lo dieron en el bar Carriela y no perdí un segundo. Conduje hasta la villa y no me hizo falta verla por dentro; incluso en ruinas triplicaría ese precio. En un par de horas tuve ante mí al propietario sentado en una mesa de firmas del notario. La mirada huidiza, amasaba sus manos. Salivó al saludar. Mi intuición de veinte años de agente inmobiliario no me engañaba: el tipo estaba en las últimas, olía a ruina, y no sabía con quien estaba tratando.  
En la breve espera apreté la oferta. Pan comido. La humedad de sus ojos le costó veinte mil, y su  temblor de labios redujo en un tercio el precio de salida. El enloquecido zigzag de su firma me hizo pensar que el parkinson lo devoraba, pero la inmensa paz que lo inundó cuando yo hice lo propio me hizo descartar la idea. Al entregarme las llaves su rostro era el de otro hombre.
No podía esperar. Quedaban un par de horas de luz y regresé a la casa. La verja chirrió brevemente al abrirse al jardín japonés, y una eufórica sensación de triunfo se apoderó de mí cuado escuché la gravilla del sendero crujir bajo el peso de mis neumáticos.
Encendí la linterna en el enorme recibidor. El interior estaba vacío. No había muebles ni cortinas. Una ventana entreabierta tableteaba y me sentí ridículo al intuirme  observado.
- ¿Hay alguien ahí? –pregunté por puro reflejo. Entonces escuché la voz, surgiendo de todas y de ninguna parte:
- Usted no sabe con quien está hablando.
 La casa estaba vacía: no había un alma en muchos kilómetros.

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Pepe Yáñez. Noviembre de 2012
http://enelbarcoborracho.blogspot.com/

                    

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